14 Sep
14Sep

En junio de 2024 me incorporé a la misión osteopática en la provincia del Chaco, Argentina. Aquí describiré algunas de mis percepciones personales sobre esta enriquecedora experiencia.

La región concentra la mayor población de pueblos indígenas, como los Wichi, Qom y Mocoví, y forma parte del bioma del Gran Chaco Americano, área que también cubre parte de Paraguay y Bolivia.

Este vasto ecosistema representa el bosque seco continuo más grande del mundo, que alterna entre largos períodos de sequía extrema y lluvias. El Chaco argentino es una zona remota, alejada de los centros industrializados, y donde el acceso a recursos y servicios es muy limitado. El déficit de inversión en infraestructuras y servicios públicos es bastante visible cuando se visita la región: carreteras en condiciones precarias, familias sin acceso a agua potable ni electricidad, centros de salud sin medicamentos o cerrados por falta de profesionales de la salud.

Algunas familias tienen su propia cisterna para recoger el agua de lluvia, y paneles solares para poder tener un frigorífico. Otros recogen agua en baldes y la almacenan para su uso. Si se acaba, pueden recurrir a las pequeñas lagunas, donde también se hidratan otros animales. Muchas familias viven en casas de barro o sencillas casas de ladrillo con techos de aluminio (que transforman el ambiente en un invernadero, dado el intenso calor).

La misión fue organizada por la Fundación Manos con Corazones, una organización benéfica española que promueve diversas obras de atención sanitaria en todo el mundo.

Éramos un grupo de tres osteópatas, uno estudiante de medicina y osteopatía y el otro estudiante de fisioterapia. Fueron días intensos de duro trabajo en un ambiente al que ninguno de nosotros estaba acostumbrado: sol fuerte, aire muy seco, mucho polvo fino de las carreteras. Todos los días íbamos al menos a dos centros de salud y en ocasiones teníamos consultas domiciliarias.

Tuvimos una amplia gama de pacientes: niños, mujeres embarazadas, adultos, ancianos y personas con discapacidad, totalizando más de 120 visitas en cinco días y medio. Las mayores quejas entre los adultos fueron problemas traumatológicos, generalmente debidos al trabajo manual en el campo, o problemas reumatológicos. Entre los niños, eran comunes los casos de síndrome de Down y de encefalopatía crónica no evolutiva (también conocida como parálisis cerebral). Otros casos relevantes fueron pacientes con enfermedad de Parkinson, enfermedad de Chagas, microcefalia, entre otros.

La experiencia fue profundamente gratificante y me sentí muy feliz de poder ser parte de tan hermosa misión. Estas personas viven marginadas, sin acceso a derechos básicos como el agua, la energía y la salud. Tenían limitados sus territorios, debiendo compartirlos con la agroindustria y se les impedía vivir su cultura y forma de vida ancestral. Es una realidad común en nuestro continente, que sin embargo es trágica.

Hoy, los pueblos originarios del Chaco luchan por la demarcación de tierras y el acceso a recursos y servicios básicos. Para mí, ser parte de una misión como esta significa luchar por estos servicios, especialmente el acceso a la atención sanitaria.

Soy plenamente consciente de que una semana de trabajo no revolucionará el sistema de salud de esa región, pero siempre se plantan algunas semillas. Tuvimos reuniones con el alcalde de la ciudad de Miraflores, recopilamos datos socioeconómicos en nuestra anamnesis, más que nada le dimos una atención especial e individualizada a cada uno de nuestros pacientes.

Fueron muchas lecciones aprendidas que seguramente incorporaré a mi trabajo y mis prácticas. Gracias a este increíble equipo y a todos los que nos recibieron tan amablemente. Una experiencia para nunca olvidar. ¡La lucha continúa!


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